_ART        _ARTIST        _TEXTS        _NEWS        _CONTACT        _instagram / vimeo_



_ENGLISH      _PORTUGUÊS      _CASTELLANO      _ITALIANO

Marcelo Moscheta 1.000 km, 10.000 años
Julia Buenaventura


Curadora e Critica de Arte



La diferencia entre meridianos y paralelos es básica. Los primeros se dan como cortes longitudinales que realizamos en la naranja para comer los pedazos directamente, mientras los segundos comenzarían por el corte de la naranja destinado a obtener su jugo. En suma, los meridianos son arbitrarios, nunca sabemos en qué lugar exacto de la naranja vamos a ejecutar un corte longitudinal, mientras los paralelos son naturales, toda naranja tiene un ecuador entre sus polos. Mientras Greenwich fue un acuerdo político, los paralelos son geográficos; la línea ecuatorial no podría encontrarse en otro punto del globo, lo mismo que sucede con los trópicos --Cáncer y Capricornio --, los cuales constituyen las líneas en que cada solsticio de verano o de invierno, el sol alcanza su cenit, una posición de 90º con respecto a la tierra y, entonces, los objetos se olvidan de proyectar sus propias sombras.

En su residencia de diez días en la Plataforma Atacama, en Chile, en medio del desierto, Marcelo Moscheta llevó a cabo una acción que le tomó tiempo y esfuerzo: crear un camino de piedras cuya extensión de 15 metros siguiera y, a la vez, diera cuenta del Trópico de Capricornio, piedras que, en consecuencia, estarán exentas de sombra durante el cenit solar que tiene lugar cada año.

Dejar una huella implica imaginar un futuro que, en el tiempo dilatado del desierto, aparentemente inmóvil, puede realizarse en un día o en 10.000 años, cuando otro viajero recorra, con sus pasos, esa huella. Viajero futuro éste que, al ver piedras apiladas, sabrá que otro estuvo allí y el cual, si no le falta paciencia en sus observaciones, terminará por saber qué línea señaló Moscheta; el sol se encargará de mostrarlo.

La acción de construir la línea, apilar las piedras, tiene una doble connotación; de una lado, opera como memoria de un hecho pasado, de otro, opera como recado que se dirige al futuro. Ahora bien, lo curioso del trabajo de Moscheta radica en que ese futuro se convierte en presente, mientras que el presente se torna en pasado. Me explico. Moscheta deja una huella que eventualmente será leía, y, a la vez, él mismo se encuentra leyendo huellas pasadas, de los primeros habitantes de Atacama, cuyos rastros fueron recorridos por el artista con la ayuda de la arqueóloga Ana María Barón, quien tiene una colección de piedras de 10.000 años de historia. En este orden de ideas, Moscheta parece conjugar dos lugares en el tiempo, pues, si de un lado, deja la huella para un viajero ulterior; del otro, toma el lugar de ese viajero, al leer las huellas de una civilización remota.

Doble lugar en el tiempo que acaba por eclipsarlo, por tornarlo un presente pleno, sin sombras. Moscheta está en el futuro del pasado de los antiguos habitantes de la zona, al tiempo que está en el pasado del futuro de los posibles visitantes de sus piedras.

De toda esta experiencia sale la exposición 1000 km: 10.000 años, curada por Alexia Tala, en la Galería Leme, y conformada por tres obras.

La primera, llamada Línea: Tiempo: Espacio, consiste en una gran acumulación de piedras sobre una base alargada, lo que trae, de suyo, un índice de la acción realizada en el desierto. Ahora bien, mirando la obra, es posible advertir que no se trata de muchas piedras, sino de réplicas de una única y misma piedra en cerámica, cada una de las cuales presenta una pequeña placa indicando coordenadas. Tales coordenadas llevan a suponer diversos lugares de localización del objeto, sin embargo, siendo una sola piedra, esto se convierte en contradicción, pues, no puedo encontrar una piedra en puntos distintos, así como no puedo estar aquí y allá al mismo tiempo. Paradoja tangible que recuerda el juego temporal expuesto arriba, y que es anudado por un dato: la piedra modelo no es tan solo una roca, sino una herramienta usada por aquellos que habitaron la región hace unos buenos milenios.

La siguiente pieza, Atacama: 28.04-06.05/2012, es una imagen de grafito sobre PVC, técnica que Moscheta ha desarrollado con destreza a lo largo de su carrera. Se trata de un mapa que da cuenta de sus rutas por el desierto; vista capturada a una gran distancia de la superficie del globo. Por último, Timelapse es una caja pequeña que guarda arena y piedras de Atacama, acompañada por una placa en metal que recuerda un mensaje de legado al futuro, dirigido a algún extraterrestre que, de repente, vaya y se tope con nuestros restos. En esta obra, vuelve a hacerse presente una yuxtaposición, esta vez en la escala, pues, la caja, conteniendo unos pocos centímetros cuadrados, brinda el paisaje del desierto entero; todo depende del punto de vista, es decir, de la escala.

Moscheta hace convergir las nociones de lejos y cerca, de pasado y futuro. De forma que aquí y allá, antes y después terminan por compartir, en su obra, una única y misma substancia; queda en manos del espectador decidir cuál posición escoge, es decir, si ve en la caja de Timelapse, arena o la extensión de un territorio enorme; si ve en la piedra del desierto, un futuro que aun no existe, o un pasado que se ha ido.


ArtNexus Magazine . No.90 . Volume 12 . 2013